20 abril 2013 - MISERERE ALLEGRI - Iglesia de San Miguel (Segovia)
(...) Tanto el CORO GREGORIANO MATRITENSE al frente su director Dionisio del Rio Sadornil, con la interpretación de seis piezas de canto Gregoriano, como la CORAL KANTOREI de Pozuelo de Alarcón, dirigida por Pedro Nebreda González, con interpretación de siete partes del Oratorio ”La Creación” de Haydn, mostraron su buen hacer, experiencia, calidad musical y sensibilidad ante unas obras técnicamente difíciles de interpretar.
Y después de tan potente comienzo de concierto, llegó el esperado Miserere, de Gregorio Allegri.
Tras una interesante presentación de la obra, plena de finas concomitancias teologales, realizada por el sacerdote responsable de la Iglesia de San Miguel, se hizo la total oscuridad en la inmensa nave basilical, quedando encendidos sólo siete cirios situados en grandes portavelas. Mientras, el coro Gregoriano, situado en el magnífico coro alto en la cabecera del templo, y la coral Kantorei, colocada en el antealtar y en el pequeño coro de solistas en un lateral de crucero, y que apenas se adivinaban tras unas débiles lucecitas que cual luciérnagas nocturnas o tímidas almas asistentes al drama musical que se iba a desarrollar, crearon una atmósfera cargada de expectativa.
Desde el comienzo de las siete partes que componen la obra, la intervención secuencial de cada uno de los tres coros, fue reforzando el lamento de la oración que se interpretaba, lamento que surgiendo de las alturas, con el coro gregoriano como arcángeles disciplinados, además del potente coro grande, y el grácil y elegante del coro de solistas, se expandía, unas veces con fuerza temblante “Quoniam iniquitatem meam ego cognosco …” y otras gimiente y afligido “Redde mihi laetitiam salutaris tui…”, deslizándose y percutiendo contras las altas paredes de piedra, retrocediendo y desvaneciéndose lentamente hacia esa máxima forma extrema de música que es el silencio.
Coordinado con cada silencio, se apagaba uno de los siete cirios y este desvanecer de luz, a lo largo de la interpretación, comprimía un tiempo de oscuros presagios mientras resonaba el desconsolado ruego de perdón “Miserere mei, Deus: secundum magnam misericordiam tuam”.
Cuando sonaron las últimas palabras del final de la obra y fue apagado el último cirio que quedaba encendido, un gran estrépito simbolizó el temblor de tierra que es descrito como ocurrido en el mismo momento de la muerte de Jesús; después la oscuridad y el silencio se hicieron de plomo durante largos segundos..
Hasta que no fueron encendidas todas las luces del templo, el público no reaccionó, y cuando lo hizo fue prorrumpiendo en aplausos y vítores.